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Azulejo, deriva del nombre árabe “al Zulaija” que quiere decir “piedra bruñida pequeña”, pueden ser vidriados y decorados (loseta plana de loza). Los antecedentes más antiguos donde el revestimiento cerámico se aplicó en la arquitectura se remontan a las culturas Mesopotámicas, Persépolis y Persia. Igual que los antropólogos valoraron a la cerámica como un campo imprescindible para el estudio de las culturas; los restos cerámicos se utilizan como marcadores temporales en las excavaciones arqueológicas. La ley del Patrimonio Histórico Español (1985) destaca como “Bien Inmueble” la cerámica aplicada al campo de la arquitectura.

Desde los orígenes de la historia del hombre, la cerámica ha ido evolucionando para facilitar las necesidades y prioridades que el ser humano necesita en su día a día, en España, destaca el Reino de Valencia por su vinculación y aplicación de la cerámica en el mundo de la construcción, debido a la decadencia de la cerámica andaluza, y a la superación de los modelos Talaveranos, se construyeron más de cien fábricas, primero en Manises y Paterna (cerámica tardomedieval), más tarde en Valencia y alrededores.

Tras el esplendor de la cerámica tardomedieval de Manises y Paterna es la propia ciudad de Valencia, intramuros, quien monopoliza la producción de azulejos. Hay un periodo, en el siglo XVI, en que empiezan a importarse éstos desde Sevilla o Talavera porque Manises y Paterna habían quedado obsoletos estilísticamente y se imponía imparable la policromía y los repertorios renacentistas de origen italiano. Pero con motivo de las obras de construcción del monasterio de San Miguel de los Reyes y, poco tiempo después, del Real Colegio de Corpus Christi, llegan a tierras valencianas azulejeros como Lorenzo Madrid. Antonio Simón o Gaspar Barberán, éstos aportaron un cambio importante en la azulejería valenciana con la introducción de la plena policromía castellana; artesanos que son llamados para realizar las distintas obras emblemáticas que se iniciaron en este período, llamado hoy en día “series manieristas (1575-1680)”.

Entre 1602 y 1608, un ceramista de Talavera,  Antonio Simón trabaja en azulejos de diamantes y tarjas,  junto con el sevillano Gaspar Barberán; autor del  gran zócalo de azulejos ‘de arista’, que el sevillano realizó desde 1595 para el claustro del Colegio del Corpus Christi de Valencia que fundara el Patriarca San Juan de Ribera, entre otros que constituyen el verdadero origen del inicio de la fabricación en la ciudad, que llegará a convertirse en el periodo preindustrial en un importante centro cerámico a nivel europeo.

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Figura 1:                                                                                        Tarja o «ferronerie», modelo impuesto por la azulejería manierista de influencia serliana, azulejos de serie de los tipos «diamantes pequeños», «diamantes grandes» y «tarjas». Procedentes del Real Colegio de Corpus Christi. Museo Nacional de Cerámica. Valencia.

Es necesario resaltar que no solo las fábricas de cerámica trabajaban en la ciudad de Valencia y alrededores, hay otros ejemplos como el edificio del Ayuntamiento de Potries (Valencia). El Instituto de Promoción Cerámica de la Diputación de Castellón nos señala “…dada la igualdad del diseño de los pavimentos del Colegio San Juan de Ribera de Burjassot y del Colegio del Corpus Christi de Valencia, con el de la sala (despacho del alcalde) de la planta noble de Potries, atribuimos  a estas primeras fábricas (Gaspar Barberán y Antonio Simón) las azulejerías “in situ” de Potries”.¹

Castillo de Burjassot

El siglo XVII en ese aspecto es anodino, hay que esperar hasta el XVIII tras la guerra de Sucesión para que las fábricas de la ciudad –hasta la primera mitad del XIX– alcancen un auge sin rival en España superando con creces por la variedad de sus tipologías, por su originalidad, por la calidad técnica del vidriado, y por su actualización constante, a los productos sevillanos y talaveranos que habían marcado pautas desde principios del siglo XVI.

La construcción del palacio de la Generalidad del reino requirió de nuevo el empleo de una cantidad importante de azulejos; para los pavimentos y sotabalcones se utilizó aún el tipo azul de pequeñas dimensiones, como los fabricados en Manises, pero para los arrimaderos de la Sala Nova se pensó en modelos talaveranos. Con ese propósito se encomendó a un platero, Joan Elies, en 1568, la instalación de un horno cerca del portal de la Mar, y éste es el primer emplazamiento conocido de un azulejería en la ciudad de Valencia, aunque hay que advertir que los hornos que funcionaron en el mismo periodo para abastecer a San Miguel de los Reyes primero, y poco después, al Real Colegio de Corpus Christi de Valencia han de considerarse también como de la ciudad, ya que el espacio en que se hallaban estaba incluido en el área «de su particular contribución» y pertenecían al mencionado colegio. La fábrica de Elies fue un fracaso porque las muestras resultaron insatisfactorias, así que finalmente, en 1574, la Generalitat importó los azulejos desde Toledo, pintados y firmados por Oliva. Entre 1579 y 1582 se hicieron en Burjassot azulejos de tipo talaverano para la celda del prior y para el claustro nuevo del monasterio de San Miguel de los Reyes. En los mismos años y con el mismo destino aparece documentado Marcelo Rodríguez, también de Burjassot, asociado a Antón Simón que luego se establecerá en la propia ciudad de Valencia para surtir al Colegio de Corpus Christi. Es el primer edificio religioso valenciano que incorpora extensos zócalos de azulejos. Se sabe que procedían de los hornos que el sevillano Gaspar Barberán instalara en 1595 en terrenos del Colegio en Burjasot, siguiendo diseños de Lorenzo de Madrid, el cual marchó ese mismo año a Manresa para trabajar en el encargo de la Generalitat catalana. A Barberán se le atribuye la azulejería de cuenca del claustro del Seminario, ya que en la documentación conservada relativa a sus encargos se mencionan  “azulejos grabados”.  (Fig. 2).

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Figura 2:                                                                                       Zócalo de azulejos de arista del Seminario del Corpus Christi, en Valencia.

Otro caso ilustrativo procede de la construcción del monasterio de San Miguel de los Reyes, fundado por Dª Germana de Foix y el duque de Calabria. Las trazas del edificio corresponden al proyecto que realizara el arquitecto Alonso de Covarrubias. Como indicación del estado de las obras, es conocido que en 1588 el maestro Juan de Ambuesa efectúa la medición de lo construido en el cuerpo del mediodía, ya concluido por entonces excepto sus bóvedas. El pavimento bajo del claustro se cubrió, según los documentos de 1581, con “siete milllares de rajoletas de mitaladas verde y de gauja y cintilla”, o sea azulejos de cartabón en verde y blanco y cintillas de zarcillos y roleos, tal vez similares a los reproducidos en la figura 2, obra de Alonso de Madrid, establecido en Burjasot .

Se utilizaron tres tipos de ladrillos en la construcción del monasterio: ladrillo, teja y azulejo; barro cocido no vidriado los dos primeros y barro cocido vidriado el tercero, este último se divide en: azulejos, medios o mutilados y cintillas. Las cintillas eran rectangulares y se utilizaban preferentemente como cenefas y elementos de enmarque. Algunos son denominados según el centro de origen de producción, como los azulejos de Burjasot y Manises o evocando al población cuyo estilo sigue, como los de Talavera, otros según el motivo decorativo que los forma, como los azulejos estrellados y de la rosa, otros de gauja, como los comprados en 1579 y 1582 a maestros de Burjasot, para pavimentar el claustro.

Entre 1580 y 1582 Alonso de Madrid de Burjasot, trajo azulejos como los de Talavera para la celda del prior y cintillas para el pavimento del claustro nuevo y rajoletes de Talavera para los cuadros dispuestos en él. La referencia en 1579 de los azulejos de Burjasot y las aportaciones realizadas ese mismo año por los azulejeros Marcelo Rodriguez de Burjasot y Alonso de Madrid de Burjasot, muestra que esta población había un horno para fabricar azulejos que imitaba las formas talaveranas antes de que la demanda del Colegio del Corpus Christi, llevase a una importante producción en los hornos de Gaspar Barberán en Burjasot. También Antón Simón asociado a Marcelo Rodriguez, suministro desde los hornos de Burjasot al monasterio jerónimo, azulejos y cintillas al modo de Talavera en 1579, 1580 y 1607.

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Figura 3:                                                 Azulejo serliano con guirnalda, de los últimos años del siglo XVI. Obra de Alonso de Madrid. Museo Nacional de Cerámica, Valencia.

En 1607 se adquieren otros “de la Rosa”, es decir, la rosa de los vientos en forma de estrella de ocho puntas (Fig. 4), que finalmente encontraremos en la escalera imperial terminada en 1603, con azulejos de cartabón en verde y blanco que combinan con baldosa bizcochada y con cintillas de zarcillos y roleos con hojas de perfil. Los muros del claustro alto presentaban en los zócalos azulejos de puntas de clavo con roseta en el cuadrado central y cenefa de roleos. En los documentos se citan otros azulejeros como Jaime de Moncada (1581) y Marcelo Rodríguez “rajolero” de Burjasot”, a quien se compran azulejos de “Talavera” en 1580 y 1581 consistentes en piezas con motivos serlianos con cintas mixtilíneas que forman polígonos estrellados de ocho puntas o hexágonos rellenos de jaspes. La azulejería de otros sectores del edificio reproduce siempre estos modelos, encargados a los mismos azulejeros, que combinan con baldosa bizcochada “amolada”, obra en general de Jaime de Moncada.

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Figura 4:                                             Azulejo manierista de la «rosa» de los vientos. Último cuarto del siglo XVI o primera mitad del siglo XVII. Museo Nacional de Cerámica, Valencia.

A principios del siglo XVII Antón Simón, que en los recibos de ventas se hace llamar «Maestro de hacer obra de Talavera», es el principal azulejero de la ciudad pero no sabemos si sus hornos estaban aquí o en Burjassot; sí conocemos que son suyos, tanto los azulejos de los arrimaderos definitivos de la iglesia del Colegio de Corpus Christi, sometidos a una severa restauración en el siglo XVIII, como las tejas napolitanas blancas y azules de su cúpula. La actividad azulejera no obstante fue muy restringida en el siglo XVII, sobre todo por la monotonía de sus productos, casi siempre seriados, y por la tosquedad de sus representaciones cuando en el último cuarto de la centuria empiezan a pintarse figuras.

El siglo XVIII será el momento en que las azulejerías valencianas desbanquen a Cataluña y por supuesto a Sevilla y Talavera, y adquieran personalidad propia marcando pautas a seguir por el resto de la cerámica arquitectónica española.

 

Javier Martínez Santamaría

Associació Cultural Templers de Burjassot©

 

Bibliografía:

¹ Centro de Documentación: Biblioteca del Museo de Bellas Artes de Castelló. Institut de Promoció Cerámica/fototeca. Ayuntamiento de Potries (Valencia), siglo XVII. http://www.potries.org/

Conesa, J. C. (2009). La cerámica valenciana:(apuntes para una síntesis). Asociación Valenciana de Cerámica. [pp 156 y 267 (Fig: 1- 4)].

HERMOSILLA PLA, J. (2009). Historia, geografía y arte de la ciudad de Valencia. Vol. 2, La ciudad de Valencia: geografía y arte. pp 435-441.

Luis Arciniega García. (2001). Monasterio de San Miguel de los Reyes. Volumen I. Biblioteca Valenciana. pp 304-319.

Pérez Guillén, I. V. (2009). Las azulejerías de la ciudad de Valencia. pp 447-448.